3 de enero de 2018

Michael McDowell: Los Elementales

Los Elementales empieza con una escena memorable: un funeral con poca gente, comentarios sarcásticos sobre la muerte y un ritual que la familia Savage prefiere ocultar. Todavía no hay miedo, pero flota en el ambiente un humor especial, ese que muchas veces está acompañado por la culpa. A esta situación densa y pesada se le suma el calor agobiante de Alabama y la arena de Beldame, en donde las dos familias protagonistas (los Savage y los McCray) pasarán juntas el verano. 

En Beldame no hay prácticamente nada, apenas tres antiguas casas victorianas, una de ellas desocupada e invadida por las dunas. Y aquí sí es donde comienza el horror, porque en esa tercera vivienda -abandonada, cerrada a cal y canto y con su mobiliario intacto desde hace más de cincuenta años- hay algo que acecha, que respira, que espera y al que no le importa si es de día o de noche, porque sabe que cuando el miedo se desata poco puede hacer la luz del sol. 

Admito que la novela me fascinó desde el vamos, me recordó lo mucho que disfruté la historias de terror cuando era preadolescente y me reveló una prosa cuidada e irónica, con diálogos originales y por momentos delirantes que contribuyen a crear una atmósfera que oscila entre el horror más absoluto y el humor más atroz. 

Los Elementales
Michael McDowell
307 pág.
La Bestia Equilátera
Traducción de: Teresa Arijón

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